
Imagen: "Vuela sobre el espantabruxas", de Chema G. Lera
Ya saben que tengo afición por los cuentos populares, por las hadas, los bosques vivientes, los duendes... Y también por las brujas. Pero otra cosa es parecer una de ellas.
Tenía una verruguita en el cuello que empezaba a ser algo desagradable porque se estaba haciendo muy grande, así que hace unos días decidí ir al dermatólogo y me la quitó en un instante. Las brujas no hacían eso, y no sería por falta de remedios caseros.
En Sariñena hay que coger tres caracoles en la noche de San Juan y frotar las verrugas con la baba. Después hay que enterrar los caracoles. En Capdesaso se utiliza el caldo de una berenjena.
Rafael Andolz cita en su libro "De pilmadores, curanderos y sanadores en el Alto Aragón" (Ed. Mira Editores. Zaragoza, 1987) algunos remedios típicos de la zona para curar las verrugas:
En Lanaja hay que frotar las verrugas una sola vez con sangre menstrual. También se puede recurrir al remedio del caracol pero de una forma un tanto curiosa: se cogía un caracol hembra y se metía en un agujero de una tapia y se tapaba con barro. La verruga se iba pero era preciso alejarse de espaldas y no volver a verlo.
En Robres se curan con carne de vaca podrida en tierra de macetas, tierra que tiene fiemo, siendo refrotada por la parte de las verrugas, y también se pueden untar con ajo picado.
A Andolz le dijeron en Poleñino que se iba uno a un pozo y se echaban dentro tantos granos de trigo o piedretas como verrugas se tenían y se echaba uno a correr para no oír el ruido al caer.
Cuando Andolz le preguntó a un médico qué método utilizaba, éste le respondió que variaba mucho, pero que es preferible alguna cosa extraña que impacte al paciente, atendiendo a la opinión corriente de que la curación de las verrugas depende sobre todo de factores psicológicos.

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