domingo, 4 de noviembre de 2007

Verrugas.

Tradicionalmente, las brujas son esos seres que pactan con el diablo, se acompañan de gatos negros, se desplazan con escobas voladoras perfilando su silueta sobre la luna llena y tienen verrugas horribles.

Imagen: "Vuela sobre el espantabruxas", de Chema G. Lera

Ya saben que tengo afición por los cuentos populares, por las hadas, los bosques vivientes, los duendes... Y también por las brujas. Pero otra cosa es parecer una de ellas.

Tenía una verruguita en el cuello que empezaba a ser algo desagradable porque se estaba haciendo muy grande, así que hace unos días decidí ir al dermatólogo y me la quitó en un instante. Las brujas no hacían eso, y no sería por falta de remedios caseros.

En Sariñena hay que coger tres caracoles en la noche de San Juan y frotar las verrugas con la baba. Después hay que enterrar los caracoles. En Capdesaso se utiliza el caldo de una berenjena.

Rafael Andolz cita en su libro "De pilmadores, curanderos y sanadores en el Alto Aragón" (Ed. Mira Editores. Zaragoza, 1987) algunos remedios típicos de la zona para curar las verrugas:

En Lanaja hay que frotar las verrugas una sola vez con sangre menstrual. También se puede recurrir al remedio del caracol pero de una forma un tanto curiosa: se cogía un caracol hembra y se metía en un agujero de una tapia y se tapaba con barro. La verruga se iba pero era preciso alejarse de espaldas y no volver a verlo.

En Robres se curan con carne de vaca podrida en tierra de macetas, tierra que tiene fiemo, siendo refrotada por la parte de las verrugas, y también se pueden untar con ajo picado.

A Andolz le dijeron en Poleñino que se iba uno a un pozo y se echaban dentro tantos granos de trigo o piedretas como verrugas se tenían y se echaba uno a correr para no oír el ruido al caer.

Cuando Andolz le preguntó a un médico qué método utilizaba, éste le respondió que variaba mucho, pero que es preferible alguna cosa extraña que impacte al paciente, atendiendo a la opinión corriente de que la curación de las verrugas depende sobre todo de factores psicológicos.

Rafael Andolz es un personaje ampliamente conocido en Aragón. Murió en 1998. Antón Castro dice de él que formaba parte del paisaje de Huesca y su provincia. Sacerdote, humanista, antropólogo, investigador, enseñante, según quienes le conocieron era cálido, próximo y entrañable. Tuve oportunidad de asistir en Alcañiz a una de sus fantásticas e inolvidables conferencias en la que nos pudimos reír sanamente al enfrentarnos ante nuestro curioso carácter aragonés, nuestras costumbres, nuestros cuentos y nuestro humor.


Enrique Satué escribe poco después de la muerte de Andolz que recordaba los tiempos en que fue alumno suyo en el instituto, y cómo los muchachos decían: "¡Iste cura ye chalau!" ¡Qué bendizión pedagoxica tan malamén aprobeitada!" por el ingenio, curiosidad, paciencia y sabiduría que desplegaba ante alumnos tan zoquetes.

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