viernes, 7 de diciembre de 2007

La maestra gitana.

La Medalla al Mérito en el Trabajo es una condecoración nacional civil que se concede como reconocimiento a una conducta socialmente útil y ejemplar en el desempeño de los deberes que impone cualquier trabajo, profesión o servicio, ejercido de manera habitual.

En la imagen vemos a Serrat posando con la medalla que tan merecidamente el Gobierno le concedió en 2006.

Generalmente sólo nos fijamos en esta distinción cuando se trata de un personaje famoso, un actor, un periodista o un cantante. Sin embargo, de manera menos ostentosa, también la reciben personas con relevancia en el mundo de las letras, de las artes, de la ciencia o de la empresa. E incluso personas que han venido realizando labores calladas, a veces olvidadas, o ignoradas, que han luchado con tesón para salir adelante. Personas que no esperaban otro reconocimiento que el de los suyos.

Es el caso de Adelina Jiménez Jiménez, que hoy día 7 de diciembre, recibió del Consejo de Ministros la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

Adelina Jiménez Jiménez ha sido la primera maestra gitana de España.

La vida de Adelina no ha sido fácil, por mujer, por gitana o por los tiempos que le tocaron vivir.
Nacida en Ayerbe (Huesca) en 1947, huérfana a los dieciséis meses, quedó a cargo de su abuela materna, una mujer que no sabía leer ni escribir, pero que le inculcó la cultura gitana, y de la que la propia Adelina reconoce que "era una persona muy sabia, no en cuanto a conocimientos científicos, pero sí en sus ideas".

"No quiso abandonar jamás Ayerbe, su pueblo en la provincia de Huesca, porque allí está enterrada mi madre. Era mayor, pero todavía estaba fuerte. Vendía telas por los pueblos, agujas de coser... no por dinero, sino por comestibles. Yo comencé a ir a las escuelas nacionales desde los tres años. Era la única gitana."

En su vida hubo, además, otras dos personas que definirían su futuro: Doña Raimunda Cazabón, su maestra, y don Carmelo Coiduras, su protector.

"Empecé a fijarme en ella, en doña Raimunda. Estaba sentada en un sillón, en una mesa antigua, alargada, donde nos hacía dictados... la miraba y pensaba que cuando fuese mayor yo también sería maestra, la maestra gitana. Mi abuela también me decía que de mayor tenía que enseñar a los niños de mi pueblo."

Don Carmelo era el rico de la localidad. Casi todo el pueblo en cuestión de fincas y viviendas era de él. Su palacio fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931. Adelina le llamaba tío, y como no tenía padres era a él a quien llevaba las notas para que se las firmara.

Cuando acabó la primaria, don Carmelo le ofreció trabajar en su comercio como modista y aprender en su taller.

"Don Carmelo, yo no quiero ser modista, quiero ser maestra. Él me contestó que yo no contaba con nadie que me pudiese pagar la carrera. Le respondí que él sí, que él me la podía costear."

Tras superar el concurso oposición, con 21 años se convirtió en maestra nacional. La primera maestra gitana de España.

"Mi primer destino fue un pueblo del Pirineo aragonés, en la parte de Aínsa. El domingo me venían a buscar con las bestias al autobús. Los burros cargaban mis maletas y yo andaba 10 kilómetros, un camino angosto que finalizaba en Olsón, donde estaba la escuela".


Enseñó en sus aulas a alumnos payos y gitanos. Impartía todas las asignaturas hasta quinto de EGB. Cuenta que en sus tiempos, cuando mantenía reuniones con los padres, alguno movía la cabeza y se reía mucho cuando hablaba. Les sorprendía que una gitana se supiese expresar y se dirigiera a un público payo para tocar normas de educación.

En una entrevista publicada en "50 mujeres gitanas en la sociedad española", Adelina habla precisamente de educación:

"No les he abierto el mundo, pero les he inculcado, además de muchos conocimientos, valores que les van a servir a lo largo de su vida, principios que fomentan la igualdad social. Lo que se enseña desde la infancia no se olvida jamás. He sido muy delicada en este sentido. Me he preocupado más de su formación humana y personal, que de su formación intelectual. Mis alumnos, ahora, me saludan con afecto. Lo que más me gusta es que a nivel personal, aunque tengan cargos muy elevados, no sean presuntuosos, se relacionen con igualdad y pongan sus conocimientos al servicio de todas las personas que lo necesiten, especialmente de los más desfavorecidos".

Y medita sobre la educación de los gitanos:

"Los padres gitanos, sobre todo, tienen que cambiar de mentalidad. Deben mandar a los niños a las escuelas, llueva o haya tormenta. Eso va a repercutir en beneficio de sus hijos. Sabrán desenvolverse, defenderse verbalmente, no con palos, cuando les ataquen. Económicamente tendrán una profesión de futuro y una independencia. Los padres gitanos tienen la obligación moral de hacer todo lo imposible porque ninguno de sus hijos deje la escuela. Tener hijos no es sólo darles de comer, es procurarles una educación y hacerles personas. Estudiar repercute en la familia, en la educación de los hijos y en todo el pueblo gitano. Desearía que no hubiese ninguna gitana sin estudios, ningún niño o niña sin escolarizar."

Pero también habla de la sociedad gitana. "Me considero gitana. No estoy en contra de las leyes gitanas, porque forman nuestra propia cultura, pero no se puede vivir en unas ideas tan de hace 200 años".

En numerosas ocasiones alude a una cuestión que rechaza categóricamente.

"Hablamos de que el hombre es un machista, pero yo pienso, sin tratar de generalizar, que la mujer es muy permisiva. El valor de las personas no se mide por el sexo, sino por su categoría humana. Me gustaría cambiar esa mentalidad de que el hombre está para pedir y la mujer para negar. Ojalá se dijera que el hombre gitano está para respetar a la mujer y la mujer para comprender al gitano. Tiene que ser más tajante con el hombre. Si los hijos ven determinadas actitudes obrarán de la misma manera con sus esposas."

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Historias de la Navidad. 2.

Desde hace décadas, algunas de nuestras ancestrales costumbres se han ido adaptando a otras foráneas. Las hay que calaron tan hondo que nos parece que siempre fueron nuestras. En la Navidad encontramos algunas muestras de ello.

El belén navideño fue un invento de San Francisco de Asís, si bien no se generalizó su representación hasta el siglo XVIII. El primer belén de esta época se realizó en Nápoles para Carlos III. En España lo introdujo Salzillo por encargo de don Josualdo Riquelme, un aristócrata y mecenas murciano.

Ha habido un tiempo no lejano en el que en esta España tan desagradecida con sus tradiciones se arrinconó el belén y fue sustituido por el árbol. Sin embargo, no logró acabar con aquél. De hecho, hoy conviven en perfecta armonía en la mayoría de los hogares.

El árbol de Navidad es una costumbre de origen nórdico basado en la idea de meter la naturaleza en casa. Ricardo Mur lo relaciona con nuestra vieja costumbre de la tronca navideña.
La tronca o toza es un rito de regeneración de la vida, de purificación. El árbol se abate y muere. Su tronco arderá con el fuego. sus cenizas adquieren enormes poderes fertilizantes y regenerativos. Es el comienzo de todo, la eterna rueda de la vida.

El fuego permitía alargar las beiladas familiares del invierno. Pero todo se había gestado en los primeros días de la primavera, cuando se iba al bosque a preparar la leña necesaria para el invierno siguiente. Ya entonces se reservaba la toza más grande para el día de Navidad.