viernes, 30 de noviembre de 2007

Historias de la Navidad. 1.

Ya ven. Me parezco a los grandes almacenes, que empiezan a explotar la Navidad con varias semanas de anticipación.

No soy una entusiasta de la Navidad, pero tampoco diré que me disgusta. Intento cada año sacar todo lo positivo que pueda tener. Lo que realmente me molesta es el sentido comercial entregado al derroche más apabullante y sin sentido. Es el tiempo y el lugar en el que nos hallamos. Aunque no está de más que sepamos cómo hemos llegado hasta aquí.

Mitra (en la imagen matando al toro en el British Museum) era un dios llegado a Roma de la tradición oriental persa. Era el de la luz, el Dios-Sol, que juzgaba a los muertos, que cada año moría y resucitaba, y cuyo nacimiento se conmemoraba en los días del solsticio.

El día del solsticio de invierno, los romanos celebraban una fiesta llamada el día Solis Invicti. No está demasiado claro en qué momento se cristianizó este día del sol invicto.

Habrá quien diga, y con razón, que los hombres de todas las civilizaciones y culturas han seguido siempre el ciclo de la naturaleza en sus fiestas y celebraciones.

Conforme el frío era más intenso, los hombres siempre fueron conscientes de que, lentamente, la noche ganaba tiempo al día. Al empezar el invierno, el sol sólo brilla ocho horas. El resto del día, la oscuridad se adueñaba de nuestras aldeas, obligando a los campesinos a refugiarse en sus casas, para calentarse y para contar historias a los más pequeños. Historias que habían escuchado a sus padres y que explicaban el origen de todas las cosas.

Según el antropólogo Ricardo Mur, ante esa circunstancia en la que la oscuridad es tan larga, "el hombre se empeña en ayudar a la luz. Se resiste a que desaparezca. Sabe que si la victoria de la noche es total él también sucumbirá".

Por eso el empeño en encender hogueras. De esta manera surgen ritos ancestrales en torno al fuego del hogar, como la tronca o zoca de Navidad, que tiene que estar permanentemente encendida. Por eso todas las reuniones alrededor del hogar y del fuego, sentados en las cadieras, compartiendo conversación, vino rancio y otras viandas, llegan a tener un carácter cuasi-sagrado.

Y si esto sucede en la tierra, en el cielo aparecerá la estrella de Adviento, junto a la luna, a la que anula con sus maléficas influencias. Pero si se acierta a verla sola y sin la luna durante siete días seguidos es que anuncia el fin del mundo.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Día mundial contra la violencia de género.

Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Fue aprobado por la Asamblea General de la ONU en 1999. La propuesta para que se conmemorara el 25 de noviembre la realizó la República Dominicana con el apoyo de 60 países.

La familia Mirabal-Reyes era una familia próspera de Ojo de Agua, un pueblo de Salcedo, en la República Dominicana. Tuvieron cuatro hijas.

Patria, la hija mayor, nació en 1924. Sus padres le pusieron ese nombre porque nació el mismo día que se conmemoraba el aniversario de la independencia del país: el 27 de febrero. Estudió, junto con sus hermanas, en un colegio católico y a los diecisiete años de edad se casó con un granjero llamado Pedro González, con el que tuvo cuatro hijos. El gobierno les confiscó la casa y las propiedades por su participación en los esfuerzos para derrocar al dictador Trujillo.

"No podemos dejar que nuestros hijos crezcan en este régimen corrupto y iránico, tenemos que luchar en su contra, y yo estoy dispuesta a darlo todo, aún mi vida si es necesario. "

Minerva nació el 12 de marzo de 1926. Se licenció en Filosofía y Letras en 1946. En la Universidad de Santo Domingo conoció a Manuel Tavárez Justo, con el que se casó y tuvo dos hijos. Como a Patria, le gustaba el arte, especialmente el de Picasso.

Fue la primera de las hermanas que se introdujo en movimientos para derrocar al gobierno. Según parece, en el colegio de la Inmaculada conoció a unas compañeras cuyos parientes habían sido apresados, torturados, y asesinados por el régimen de Trujillo.

En los años 40 conoció a Pericles Franco Ornes, fundador del Partido Socialista Popular, conocido anti-trujillista al que habían detenido varias veces por sus actividades políticas.

"… es una felicidad hacer lo que se pueda por nuestra patria que sufre tantas angustias, es triste estar de brazos cruzados…"

María Teresa es la más joven de las hermanas Mirabal. Nació el 15 de octubre de 1936. Estudió Matemáticas en la Universidad de Santo Domingo. En 1958 se casó con el ingeniero Leandro Guzmán, con el que tuvo una hija.

"… quizás lo que tenemos más cerca es la muerte, pero esa idea no me amedrenta, seguiremos luchando por lo justo…"
El 22 de enero de 1960, María Teresa y Minerva fueron detenidas y llevadas a La Cuarenta, la infame cárcel de tortura, y más tarde a La Victoria. Puestas en libertad el 7 de febrero de 1960, el 18 de marzo Maria Teresa y Minerva fueron nuevamente arrestadas y llevadas a La Cuarenta. Condenadas a cinco años de prisión, la apelación consiguió rebajar la pena a tres años. Las dos hermanas fueron puestas en libertad el 18 de agosto de 1960.

Ese mismo año, la Organización de Estados Americanos había condenado las acciones del gobierno dominicano y mandó unos representantes a observar la situación en la República Dominicana. Trujillo ordenó que las mujeres detenidas en las cárceles fueran liberadas, incluso Minerva y Maria Teresa. Sin embargo, las hermanas Mirabal representaban un peligro para el régimen porque eran muy conocidas y admiradas en todo el país.

En noviembre de 1960, tres de las cuatro hermanas Mirabal — Patria, Minerva y Maria Teresa — viajaron a Puerto Plata desde Salcedo con el chófer Rufino de la Cruz para visitar a sus esposos, detenidos en La Cuarenta. Ya era de noche cuando salieron de la cárcel y una tormenta había comenzado. Su jeep fue interceptado por los hombres de Trujillo: Victor Alicinio Peña Rivera y los miembros de la policía secreta Ciriaco de la Rosa, Ramón Emilio Rojas, Alfonso Cruz Valeria y Emilio Estrada Malleta.

"Después de apresarlos los condujimos al sitio cerca del abismo donde ordené a Rojas Lora que cojiera palos y se llevara a una de las muchachas, cumplió la orden en el acto y se llevó a una de ellas, la de las trenzas largas [Maria Teresa]. Alfonso Cruz eligió la más alta [Minerva], yo elegí a la más bajita y gordita [Patria] y Malleta al chofer, Rufino de la Cruz. Ordené a Pérez Terrero que permaneciera en la carretera a ver si se acercaba alguien que se pudiera enterar del caso. Esa es la verdad del caso. Yo no quiero engañar a la justicia ni al pueblo. Traté de evitar el desastre, pero no pude, porque de lo contrario [Trujillo] nos hubiera liquidado a todos." Ciriaco de la Rosa, Enciclopedia Dominicana, 1997.
Las hermanas Mirabal y Rufino de la Cruz fueron golpeados hasta la muerte al lado de una carretera entre Puerto Plata y Santiago. Patria tenía 36 años de edad, Minerva 34, y Maria Teresa 24. Ocurrió el 25 de noviembre de 1960.

La hermana sobreviviente, Bélgica (conocida como Dedé), vive en Salcedo, cuidando el museo en Ojo de Agua en memoria a sus hermanas.

sábado, 24 de noviembre de 2007

La cadiera y el fogaril.

A veces me gusta imaginar las frías noches de invierno en las viejas aldeas de los valles pirenaicos, cuando las familias se reunían en torno al hogar después de una larga y dura jornada laboral. Cuando, a pesar de eso, se tenía tiempo para contar a los niños historias y cuentos, y se transmitían leyendas, tradiciones, canciones...

Ninguna historia sabe mejor ni se recuerda con mayor precisión que la que nos contó el abuelo, al que abrazábamos en la cadiera, junto al fogaril.
La cadiera es el tradicional banco de madera con reposabrazos que se usaba en la cocina o en la bodega, delante del fogaril, y que solía tener en medio una tabla plegable a modo de mesilla.

José Vicente Lasierra Rigal, en su libro "La cocina aragonesa" (Mira Editores. Zaragoza, 1987) señala que las cadieras eran la butaca y la mesa, la cama y el comedor, la sala de recibir y el despacho, el café y el casino. Se hacían con gruesas, limpias y sanas maderas viejas de nogal, de encina o de roble. Se cubrían con colchonetas, con mantas mulares o con pieles de lanar. Perpendicularmente, adosadas a la pared, las tablas móviles que hacían de mesa esperaban el momento de ser útiles. Debajo de las cadieras se guardaban la leña, las astillas y la ranulla que se tizoniaban en el hogar con ayuda de badiles, tenazas y fuelles.

Cuenta la leyenda que el barón Artal de Mur logró convencer al mosén de Aínsa para celebrar una vez al año una misa en honor al Diablo, después de que éste le ayudara a proteger la vida de su hijo en la batalla.

Una vez sembrada la curiosidad, se atizaba el fuego y se miraba de reojo la mirada del niño.

Al barón le gustaba pasar los días practicando en solitario la caza, ajeno a las batallas, dada su avanzada edad.

Una tarde, cansado de haber pasado muchas horas sin cazar presa alguna, decidió recostarse a la sombra de una chopera.

Lo despertó una jabalina que, al verlo, salió huyendo.El barón la persiguió hasta llegar al pie del Monte Perdido, donde la jabalina se detuvo en seco y, dando media vuelta, le dijo: "No me mates, y obtendrás tu recompensa."

Esa misma noche, el barón se quedó dormido junto al fogaril. De repente escuchó un fuerte chisporroteo en el fuego, uno de los troncos se abrió por la mitad y de su interior surgió una figura envuelta en llamas que le dijo:

“Vengo a agradecerte en persona que no me hayas matado esta tarde con tu venablo. En agradecimiento, tienes mi promesa de que a tu hijo, que combate junto a las huestes de Don Pedro el Rey, no le sucederá nada en la batalla, pues queda desde este momento a mi cuidado. En prueba de lo que digo, aquí tienes este presente."

El hombre de fuego cogió un tizón al rojo vivo y lo dejó encima de la cadiera. Después, las llamas del fogaril se separaron y entre ellas desapareció el misterioso personaje.

A la mañana siguiente le despertó su esposa con grandes aspavientos. Le contó que había tenido un extraño sueño en el que una doncella le decía que su hijo volvería sano y salvo. Como estaba convencida de que era la Virgen María, pidió construirle una ermita en su honor.

El barón Artal de Mur, miró a su lado. El tizón ardiente se había convertido en oro. Así que prometió a su esposa que construiría la ermita, pero con la condición de que una vez al año, las oraciones y los ritos sagrados se hicieran en memoria del Diablo.

Fue necesario convencer al mosén de Aínsa de que aquella idea no era brujería ni herejía, sino que le impulsaba la mejor voluntad de convertir al demonio. Desde entonces celebraron la Misa del Diablo.

La leyenda es una de las muchas que cuenta Chema Gutiérrez Lera en su "Breve inventario de seres mitológicos, fantásticos y misteriosos de Aragón" (Prames. Zaragoza 1999).

Un libro, por cierto, que a falta de cadiera, fogaril y abuelo, puede venirnos muy bien para mantener viva la memoria y transmitirla a nuestros hijos.

martes, 20 de noviembre de 2007

El bosque.

RECUERDO
Francisco J. Briz Hidalgo

Recuerdo las tardes de invierno
cerca del fuego,
cuando el abuelo contaba cuentos;
su voz, su alegre mirada, sus gestos,
... su anciano aliento.

No es difícil contar cuentos. Sólo hay que poner un poco de entusiasmo y otro poco de tiempo. Y, naturalmente, creerse lo que se está haciendo.

Los cuentos, sobre todo si están bien contados, son el principal alimento de la fantasía. ¿Qué sería de la humanidad sin la fantasía? ¿Y qué sería de la fantasía sin los bosques?

El bosque es el lugar perfecto para ambientar el mundo de la fantasía. En él habitan árboles vivientes, faunos, trolls, ninfas, duendes, brujas, elfos...

En su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, Ana María Matute se definió como una contadora de historias, y dijo:

El bosque era el lugar al que me gustaba escapar en mi niñez y durante mi adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún, resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo; que existen rumores y sonidos totalmente desconocidos por los humanos, que existe el canto del bosque entero, donde residen infinidad de historias que jamás se han escrito y acaso nunca se escribirán.


Todas esas voces, esas palabras, sin oírse se conocen, en el balanceo de las altas ramas, en la profundidad de las raíces que buscan el corazón del mundo. Allí presentí y descubrí, minuto a minuto, la existencia de innumerables vidas invisibles, el rumor de sus secretos comunicándose de hoja en hoja, de tallo en tallo, de gota en gota de rocío, conducidos a través del bosque por los diminutos habitantes de la hierba.

Percibí claramente el curso de los ríos escondidos y el sueño de las tormentas apagadas, que duermen incrustadas en las cortezas de los viejos troncos, aún fosforescentes. El aire del bosque entero parece sacudido, vibra, se cruza de relámpagos fugaces. Los gritos de todos los pájaros heridos, el último lamento de los ciervos inmolados, la sombra de los niños perdidos en la selva, miles y miles de gritos, todos los gritos vagabundos y los que anidan en los huecos de los árboles, parecen uno solo, terrible y armónico a la vez.

Recomiendo la lectura del discurso completo.

Caperucita vivía en un extremo del bosque, y la abuelita en el otro.

En una preciosa casita, en el medio de otro bosque florido, vivían tres ositos. Mientras éstos paseaban por el bosque, apareció una niña llamada Ricitos de Oro que, al ver tan linda casita, se acercó y se asomó a la ventana.

En el cuento de Hansel y Gretel (a la izquierda, una ilustración de Arthur Rackham), el padre abandona a los niños porque no podía darles de comer y, con engaños, los deja en el bosque. Luego encontrarán una casa de galletas y chocolate habitada por una bruja que deseaba comérselos.

En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos.

También el sastrecillo valiente tiene que internarse en el bosque para buscar a los dos gigantes, a los que halló durmiendo al pie de un árbol y roncaban tan fuerte, que las ramas se balanceaban arriba y abajo.

"La bella durmiente del bosque" fue el primer cuento del libro que Charles Perrault publicó en 1697.

Blancanieves (a la derecha una ilustración de Franz Jüttner), al verse sola en el bosque, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.






SÉ TODOS LOS CUENTOS
León Felipe

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:que la cuna del hombre la mecen los cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan los cuentos,
que los huesos del hombre los entierran los cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me he dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos...

domingo, 4 de noviembre de 2007

Verrugas.

Tradicionalmente, las brujas son esos seres que pactan con el diablo, se acompañan de gatos negros, se desplazan con escobas voladoras perfilando su silueta sobre la luna llena y tienen verrugas horribles.

Imagen: "Vuela sobre el espantabruxas", de Chema G. Lera

Ya saben que tengo afición por los cuentos populares, por las hadas, los bosques vivientes, los duendes... Y también por las brujas. Pero otra cosa es parecer una de ellas.

Tenía una verruguita en el cuello que empezaba a ser algo desagradable porque se estaba haciendo muy grande, así que hace unos días decidí ir al dermatólogo y me la quitó en un instante. Las brujas no hacían eso, y no sería por falta de remedios caseros.

En Sariñena hay que coger tres caracoles en la noche de San Juan y frotar las verrugas con la baba. Después hay que enterrar los caracoles. En Capdesaso se utiliza el caldo de una berenjena.

Rafael Andolz cita en su libro "De pilmadores, curanderos y sanadores en el Alto Aragón" (Ed. Mira Editores. Zaragoza, 1987) algunos remedios típicos de la zona para curar las verrugas:

En Lanaja hay que frotar las verrugas una sola vez con sangre menstrual. También se puede recurrir al remedio del caracol pero de una forma un tanto curiosa: se cogía un caracol hembra y se metía en un agujero de una tapia y se tapaba con barro. La verruga se iba pero era preciso alejarse de espaldas y no volver a verlo.

En Robres se curan con carne de vaca podrida en tierra de macetas, tierra que tiene fiemo, siendo refrotada por la parte de las verrugas, y también se pueden untar con ajo picado.

A Andolz le dijeron en Poleñino que se iba uno a un pozo y se echaban dentro tantos granos de trigo o piedretas como verrugas se tenían y se echaba uno a correr para no oír el ruido al caer.

Cuando Andolz le preguntó a un médico qué método utilizaba, éste le respondió que variaba mucho, pero que es preferible alguna cosa extraña que impacte al paciente, atendiendo a la opinión corriente de que la curación de las verrugas depende sobre todo de factores psicológicos.

Rafael Andolz es un personaje ampliamente conocido en Aragón. Murió en 1998. Antón Castro dice de él que formaba parte del paisaje de Huesca y su provincia. Sacerdote, humanista, antropólogo, investigador, enseñante, según quienes le conocieron era cálido, próximo y entrañable. Tuve oportunidad de asistir en Alcañiz a una de sus fantásticas e inolvidables conferencias en la que nos pudimos reír sanamente al enfrentarnos ante nuestro curioso carácter aragonés, nuestras costumbres, nuestros cuentos y nuestro humor.


Enrique Satué escribe poco después de la muerte de Andolz que recordaba los tiempos en que fue alumno suyo en el instituto, y cómo los muchachos decían: "¡Iste cura ye chalau!" ¡Qué bendizión pedagoxica tan malamén aprobeitada!" por el ingenio, curiosidad, paciencia y sabiduría que desplegaba ante alumnos tan zoquetes.