Recuerdo las tardes de invierno

No es difícil contar cuentos. Sólo hay que poner un poco de entusiasmo y otro poco de tiempo. Y, naturalmente, creerse lo que se está haciendo.
Los cuentos, sobre todo si están bien contados, son el principal alimento de la fantasía. ¿Qué sería de la humanidad sin la fantasía? ¿Y qué sería de la fantasía sin los bosques?
El bosque es el lugar perfecto para ambientar el mundo de la fantasía. En él habitan árboles vivientes, faunos, trolls, ninfas, duendes, brujas, elfos...
En su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, Ana María Matute se definió como una contadora de historias, y dijo:
El bosque era el lugar al que me gustaba escapar en mi niñez y durante mi adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún, resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo; que existen rumores y sonidos totalmente desconocidos por los humanos, que existe el canto del bosque entero, donde residen infinidad de historias que jamás se han escrito y acaso nunca se escribirán.
Todas esas voces, esas palabras, sin oírse se conocen, en el balanceo de las altas ramas, en la profundidad de las raíces que buscan el corazón del mundo. Allí presentí y descubrí, minuto a minuto, la existencia de innumerables vidas invisibles, el rumor de sus secretos comunicándose de hoja en hoja, de tallo en tallo, de gota en gota de rocío, conducidos a través del bosque por los diminutos habitantes de la hierba.Percibí claramente el curso de los ríos escondidos y el sueño de las tormentas apagadas, que duermen incrustadas en las cortezas de los viejos troncos, aún fosforescentes. El aire del bosque entero parece sacudido, vibra, se cruza de relámpagos fugaces. Los gritos de todos los pájaros heridos, el último lamento de los ciervos inmolados, la sombra de los niños perdidos en la selva, miles y miles de gritos, todos los gritos vagabundos y los que anidan en los huecos de los árboles, parecen uno solo, terrible y armónico a la vez.
Caperucita vivía en un extremo del bosque, y la abuelita en el otro.

En el cuento de Hansel y Gretel (a la izquierda, una ilustración de Arthur Rackham), el padre abandona a los niños porque no podía darles de comer y, con engaños, los deja en el bosque. Luego encontrarán una casa de galletas y chocolate habitada por una bruja que deseaba comérselos.
En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos.
También el sastrecillo valiente tiene que internarse en el bosque para buscar a los dos gigantes, a los que halló durmiendo al pie de un árbol y roncaban tan fuerte, que las ramas se balanceaban arriba y abajo.

Blancanieves (a la derecha una ilustración de Franz Jüttner), al verse sola en el bosque, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.
SÉ TODOS LOS CUENTOS
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
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