Desde hace décadas, algunas de nuestras ancestrales costumbres se han ido adaptando a otras foráneas. Las hay que calaron tan hondo que nos parece que siempre fueron nuestras. En la Navidad encontramos algunas muestras de ello.
El belén navideño fue un invento de San Francisco de Asís, si bien no se generalizó su representación hasta el siglo XVIII. El primer belén de esta época se realizó en Nápoles para Carlos III. En España lo introdujo Salzillo por encargo de don Josualdo Riquelme, un aristócrata y mecenas murciano.
Ha habido un tiempo no lejano en el que en esta España tan desagradecida con sus tradiciones se arrinconó el belén y fue sustituido por el árbol. Sin embargo, no logró acabar con aquél. De hecho, hoy conviven en perfecta armonía en la mayoría de los hogares.
El árbol de Navidad es una costumbre de origen nórdico basado en la idea de meter la naturaleza en casa. Ricardo Mur lo relaciona con nuestra vieja costumbre de la tronca navideña.

Ha habido un tiempo no lejano en el que en esta España tan desagradecida con sus tradiciones se arrinconó el belén y fue sustituido por el árbol. Sin embargo, no logró acabar con aquél. De hecho, hoy conviven en perfecta armonía en la mayoría de los hogares.
El árbol de Navidad es una costumbre de origen nórdico basado en la idea de meter la naturaleza en casa. Ricardo Mur lo relaciona con nuestra vieja costumbre de la tronca navideña.
La tronca o toza es un rito de regeneración de la vida, de purificación. El árbol se abate y muere. Su tronco arderá con el fuego. sus cenizas adquieren enormes poderes fertilizantes y regenerativos. Es el comienzo de todo, la eterna rueda de la vida.
El fuego permitía alargar las beiladas familiares del invierno. Pero todo se había gestado en los primeros días de la primavera, cuando se iba al bosque a preparar la leña necesaria para el invierno siguiente. Ya entonces se reservaba la toza más grande para el día de Navidad.
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